domingo, 19 de marzo de 2017

Un verano en Facebook - Capítulo 1 - Novela - Edel Morales

(Que te vuelva a encontrar. Segunda temporada)
https://www.facebook.com/moralesedel/

 
 

I

Como ensueño y certeza entremezclados, van en las redes sociales la Verdad y la Ilusión. Querer separar una de otra es desconectarlas sin encanto…”

Las teclas se detienen, quedan enganchadas por un segundo en la luz oblicua del atardecer que llega desde la ventana abierta. ¿Qué escriben las manos que quedan en suspenso? Algún error las impulsa por extraños laberintos; debe haberse filtrado sin querer en la sutil, elegante, sustantiva prosa que hace años lo acompaña.

“… es desconectarlas sin encanto…” ¿De qué encanto habla, de qué enlace? ¿Qué cosa es lo que puede desconectarse?

“Como ensueño y certeza entremezclados…”

Las manos acaban de mover el cursor y enseguida cliquean para eliminar el comentario, que desaparece con un breve encogimiento de la ventana en la pantalla. Son manos tersas, nerviosas, sensitivas, con las mañas persistentes en los dedos de quienes viven aferrados al teclado.  

Tras una breve pausa las manos vuelven a escribir con esa letra digital, vertiginosa, casi húmeda, que se desliza en la pantalla con solícita eficiencia:

“La misma veracidad obtienen de su perfil la mirada más sincera y una elaborada construcción visual; semejante es la confianza que recrean para el posicionamiento de su imagen en los fragmentos contenidos de las redes”.

Las teclas van ligeras, con ganas de cantar y de reír por ese inusitado, recién abierto, mercado de ensueño y de certezas, donde se exhiben y comparten todos los secretos; pero las manos las detienen pronto, elimina otra vez el comentario, y las palabras desaparecen, como antes, engullidas por las pulsaciones eléctricas de la secuencia uno cero uno del sistema digital.

¿Qué es lo que ocurre hoy que nuestro amigo no atina a poner en orden sus ideas? Bueno, habrá que contar dos sucesos: uno, que ya llegó el verano y solo quienes lo han vivido saben cuán ardiente y ruidosa puede ser la estación del sol a plomo en esta villa de La Habana, cuando los huracanes y las lluvias no le salen al paso. No le han salido aún en el presente año de 2010, y todo huele a tierra abrasada, a música étnica, a calles sedientas de algo. El otro acaecer, no menos importante para el solitario que teclea (y de cierto también para muchos amigos en la red) es la ausencia en el país de un familiar cercano y especial: Su primogénita, en este caso, la hija de su sangre y de su sueño.

“Desde entonces las cosas empezaron a perder sentido”.

Lee otra vez el Autor, entre juicioso y taciturno, la perturbadora afirmación que resalta en ese texto (enviado por un amigo de su lista Escritores con bomba) y sonríe a lo que apenas es una figura literaria, mientras las manos juegan con las teclas y comparten al desgaire, en la transparencia viral de la pantalla, ambiguos enlaces de notas, de fotos, de videos.  

Es verdad que su genio le tira siempre por las picardías y al linde de la media rueda sigue siendo tan vivo y tan jovial como hace cinco lustros, allá en las cálidas noches villareñas, cuando más que a libaciones y condumio daba valor y gozo a la enunciación, veraz o rumorosa, que con libertad fluía en las tertulias dizque clandestinas de su amigo, el poeta de El camión verde.

Lindas noches aquellas del espacio Monoros(z)a que nunca olvidará, aunque el Señor le depare largos años de vida. Jornadas que la memoria devuelve veinte años después provistas de una extraña gracia divina: Concedida a la lucha sin cuartel de los bardos rebeldes, para resistir, vencer y cantar la emoción de las batallas ganadas sobre el cieno sucio de los zoológicos municipales, o el dulce olor de los amores furtivos, encontrados en rondas y juegos de azar, donde antes hubo una virgen, en la esquina vacía de Libertad y Paseo. Pero en la Capital estaba su destino, trazado para el deber y el sacrificio, y en los atardeceres del Centro era también dichoso a su manera; sobre todo ahora que podía enredarse en Internet para encontrar noticias recientes de su hija. 

Y Alfonso Quijano, escribidor, revistero, público admirador de Cervantes (cuya página oficial acaba de compartir con sus amigos y redes), sin dejar de sonreír con una sonrisa que es notoria pero solo para él mismo, rasga un sobre y toca con sus manos el preciado objeto que se esconde en su interior: el esperado ejemplar de muestra de su novela Un byte de adolescencia (Que te vuelva a encontrar. Primera temporada), que no hace más de una hora le entregó con suma discreción el jefe de editores, Juan Rodríguez, envuelto en este mismo sobre de manila. Obsequio del buen Juan ese ejemplar primero, ya con aprobación editorial y precio puesto, lo cual no es de extrañar, pues que en el gremio hay gente muy cumplida y eficaz.  

El flamante novelista alza el libro impreso hasta su rostro de isleño por partida doble: Es un cubano típico, hombre villareño de ascendencia canaria, gente esforzada que disfruta adentrarse en la mar inmensa y en los sembradíos de tabaco para desenterrar botijas con sus manos y encontrar la esencia velada de las cosas. Escruta los recónditos enigmas, que sabe ocultos en la letra pequeña, y aspira con fruición casi sensual ese olor grato como pocos que hay en la tinta fresca.

No nueve meses sino nueve años tomó la gestación de la criatura; nueve años de amor, de lucha, de fatigas, de revelaciones, de hacer las noches días y los días mosaicos de ensueños y certezas, intercalados en la densidad matemática del texto; escenas fractales de la belleza humana, a veces avistada, entre tantas tareas desgastantes que aquí exigen la subsistencia cotidiana y el diario cumplimiento del deber. En fin, la criatura estaba allí, respirando, puede decirse, bajo su mano.

Un regocijo paternal le llena el pecho, le humedece los ojos. Más no conviene abandonarse tampoco a esas blanduras; por el contrario, hoy más que nunca, al rescoldo de alientos y estímulos, debe darse a la continuidad de la obra, la serie de novelas de la cual este volumen es solo, como quien dice, un anticipo. Otros van a seguirlo, Dios mediante, de acuerdo con el plan que se ha trazado, y apenas recibidas sus primicias, se encuentra ya escribiendo las primeras líneas de la que será segunda temporada de la anunciada serie: Un verano en Facebook, su próxima ficción.    

Solo que, al parecer, esta tarde no anda muy bien de la cabeza. ¿A quién se le ocurre empezar una novela, que se supone y es quehacer entretenido, elocuente y ambicioso, con tono tan medido? Ha copiado las palabras de arranque, las ha pegado en su página de Facebook a ver quién las aprueba o las comenta. Y claro, hubo enseguida un Me gusta de su vieja amiga la poeta, esa Dulce María imaginativa y punzante, que ya le contagiara en su casa del Vedado la afición por la belleza clásica.

“Como ensueño y certeza entremezclados…” Vaya, por Dios, que esa oración tiene hasta metro; sin duda, está escribiendo como Ella, le está copiando el ritmo y las palabras, de tan genuina admiración que siente; y la Doña bien pudo inventarse un Jardín, unos Juegos de agua o Un verano en Tenerife, pero Él, Al Quijano, bloguer y autor migrante en la era digital, debe ajustar su ritmo y su visión a gradaciones más virtuales.

Y, además ¿a qué viene el circunloquio? ¿Dónde cabe pregonar que la verdad de los hechos se confunde con la ilusión visual que la recrea? Si justamente es misión del poeta encontrar una mirada distinta, un modo raro de sentir la realidad. Saja su entraña sin desmayo el creador hasta hallar la aguja extraviada en el pajar del mundo y recose con ella sus vísceras sangrantes. Empeño harto difícil en su caso, no se le oculta claro está, pero también ineludible una vez que se roza el teclado con la yema de los dedos. 

No va a excusar en él lo mismo que siempre ha reprochado en los demás. Por no andar muy derechos en asuntos de arte y artificios, de sinceridades y simulaciones, de espacios públicos y libertades para el diálogo, recaían cada vez en sonados disparates los muy ruidosos polemistas Valle Chang y Sánchez Guerra.

Rigor tan exigente debe empezar por uno mismo, si es buen humanista y buen fabulador. No era cuestión de parcelar dominios excluyentes: apocalípticos e integrados, nacionales y extranjeros, nativos o migrantes digitales. Tampoco era un asunto de establecer vanos litigios entre ficción y realidad. Los nuevos escenarios y herramientas eran eso: nuevos escenarios dotados de herramientas nuevas, capaces también de validar formas, modelar sujetos, legitimar otros espacios de enunciación. Sucedía siempre: en la vida, en el arte, en los sueños, y en las redes más sofisticadas. 

Así que elimina sin vacilar el comentario recién publicado y vuelve a desafiar la nitidez de la página en blanco.

"Prosigue Que te vuelva a encontrar, y me prometo que en esta segunda temporada, Un verano en Facebook, el Lector gemelo hallará la intensidad de sentimientos y emociones que ya disfrutó antes en Un byte de adolescencia, amenizada ahora con algo más de acción y un juego de intelectos más complejo."

A través de la ventana abierta observa los canteros de rosas, jazmines y vicarias blancas que se alinean por el patio y en derredor de la hermosa fuente central. Imagina el esplendor de esa fuente varias décadas atrás, la noche en que la maestra chilena Gabriela Mistral, ya ungida para entonces con el Premio Nobel de Literatura, se sentara allí a conversar con los habaneros. El agua, durante varios meses retenida, se desborda ahora en una catarata de espuma y de humedad. 

Alfonso Quijano se distrae observando a unas muchachas que a esa hora se marchan del brazo por las aceras arboladas,  mirándose a los ojos. No le molesta (im)pulsar en las anillas  de su entorno la presencia de las jóvenes enamoradas, como acontece de ordinario a otros machos caribeños. Se siente exitado, creativo y feliz; piensa tal vez en dedicarles un poema procaz y vigoroso, al estilo de  Javier, Aymara o Marcelo. 

Pero no es hora de pensar en versos: su novela lo reclama, sabe que un día lo hará dichoso entre los suyos y a ella vuelve,  conectado en el chat de la red social a la voz de la exótica Editora, tardo por vez primera el gesto, almendrados y café sus ojos soñadores.

"No he narrado hasta aquí ninguna anécdota o escena que no pueda asociar con el suceso real. Tampoco lo haré en las páginas siguientes. En esencia toda la novela fue esbozada antes en el blog y fue vivida previamente por el autor o por algún otro personaje. Su trama puede ser rastreada y referida en las notas, cartas, fotos, poemas, canciones, diálogos, discursos, traillers, post, telenovelas, comentarios y cosas diversas que suelo archivar en mi memoria". [1]

_ ¡Alfonso, Alfonso!... Holaaa!... Alfonso, soy yo, Helena.

 Está visto que todo se ha confabulado esta tarde para no dejarlo laborar en condiciones; ahora es Helena (ya traspasada la reja y bien situada al interior de las defensas de una Troya que la acoge admirada de sus pasos) quien lo llama allá abajo, en el jardín.

Por cierto que, embebido en la tarea y en ese libro suyo recién salido de las prensas, olvidó la hora de la cita y a esta hermosa criatura (modelo de eficacia en el hogar y en su competitivo campo de trabajo), cuyo prestigio se cimenta y crece en los estudios, en los perfiles enlazados de la red, en los comentarios previos al estreno de su primera producción independiente, la muy esperada Que te vuelva a encontrar. La película. Ella misma la dirige y comparte el guión con Páez, el sensible Lector cómplice, a quien desde un inicio facilitó todo el apoyo necesario, confiada en el oficio de sus manos de alfarero.[2]

El Autor guarda los cambios v realizados en el documento en proceso, sale de su página de Facebook, apaga el ordenador. Luego, ya puesto en pie, saluda a la esbelta mujer que conversa en el jardín con el recién llegado custodio del turno de la noche y con la saliente custodio del turno de día, común lector y televidente promedio de esas (tele)novelas en que abundan los amores, las intrigas y las emociones, que ella adapta y produce desde hace unos diez años en el Canal.

_ Hola, Helena, mi querida y poderosa Productora. Por favor, no lo hagas. No hables tanto de La película justo antes de la premier. Tú sabes que eso puede ser...

_ ¡Vamos, Alfonso, vámonos ya! En una noche como esta solo tú puedes estar encerrado en la Oficina hasta las tantas, desfaciendo entuertos frente a la pantalla fría de un ordenador. La premier en el Chaplin será en dos horas. Quedé con Páez y con la sicodélica Ka en vernos en el vestíbulo diez minutos antes, y quiero llegar feliz a ese momento. Ahora mismo nos vamos a Star Bien por un ceviche, unos camarones al ajillo, una copa de vino blanco y un flan de leche.

_ Bueno, ya voy, ya voy. Me Gusta mucho la propuesta. Espérame, por favor, que enseguida estoy contigo. No te vayas sin mí, mi fabulosa Helena, amore mío. 



[1] Los datos pueden estar dañados o pueden ser trucados, viciados tal vez por la corrupción, la mentira y la simulación. Concordemos en que no hay nada en este mundo que no pueda ser cambiado, nada que no se consiga fingir, nada que no se alcance a simular, nada que no se logre enrarecer, y advirtamos entonces al Lector de esa posibilidad, también infinita, de la virtualidad y la ficción.
[2] En Un byte de adolescencia, la poderosa Productora, esa misma Helena que abajo lo procura, y la exótica Editora, trasmutada en un ubicuo cuarto Personaje que se conecta desde cualquier lugar del mundo y tan(m)bien ayuda a escribir la novela mientras desarrolla su Tesis y seduce al autor, acuden a todo tipo de estrategias femeninas y trampas del oficio para a.  Páez, el Lector, y al propio Alfonso, el Autor, quienes a dúo aman a la sicodélica Ka, el Personaje, su alma, y se aman sin prejuicios  entre sí.

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