lunes, 12 de febrero de 2018

Al borde del proscenio - Poema - Edel



 



En mi antigua fiereza y en mi larga humildad, el otro fue siempre.

Y caminar sobre la hierba, llegar al borde rugoso de la acera, mirar a la plaza —como un actor que ensaya su representación ante el hemiciclo vacío: Yo soy otro, y gesticula sus miedos, era un modo de hacer mi propia vida.

El otro fue siempre esa otredad que conoce y seduce y necesita sentir. Y yo mi aspiración, en ocasiones incierta, de caminar sobre la hierba hasta el borde rugoso con que una acera se abre al vacío.

Maneras de vivir contemplando el mundo enrarecido por la libertad. Esencias que el tiempo vuelve a mostrar en una dimensión distinta.

El otro está sentado en el lunetario rojo —tercera fila, tercera butaca, sección izquierda— y observa mi representación con una sonrisa de ángel triste en sus ojos miopes.

Desde esa mirada que escruta en lo oscuro y propone saltar, habitó el alcance de mis días. Y ahora espera que yo diga lo que quisimos ser, que recuerde con un gesto que mi vida es también otra, la suya.

Vivida con la aspiración y el miedo de un actor que camina hasta el borde del proscenio y escucha llegar del vacío las más fieras preguntas.



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