domingo, 21 de agosto de 2016

Un byte de adolescencia - Edel Morales - Novela - Capítulo 3

(Que te vuelva a encontrar. Primera temporada)
 
 

 
3

E
so tecleó en la ventana abierta del ordenador. Estaba finalmente satisfecho de las primeras páginas del relato que iba a dedicar
a Ka, el alma,
sicodélica, sicalíptica, siempreviva,
este relato,
que tanto y tan profundamente
ella quería leer

...para escribirlo, el Autor se ha involucrado en un suceso real que muestra las mismas coordenadas que ha imaginado para su relato: Es difícil escribir una novela de amor intensa, limpia, creíble, y es difícil simular el amor eterno, nos dice en esa suerte de diálogos crí(p)ticos, reflexivos, que estamos obligados a leer como medi­tación interna, como vasos comunicantes entre personajes que no se nos anuncian, y como respuestas del Autor, de Ka, del Lector, del Cuarto personaje, de la poderosa Productora… ante preguntas formuladas por la reali­dad, pues...
...estamos en el deber de imaginar, si queremos hacer una lectura de apropiación, pero también de fermento o inseminación, que desate el propio pensamiento y sentimiento en rumbos desconocidos, tal como nos piden los teó­ricos, los críticos, los historiadores, los profesores de literatura, y se nos exige aquí...[1]
...su imaginación como escritor, sus escenarios, tienen siempre una copia defor­mada de origen, desdibujada por la fuerza de los contextos pero actuante en el mundo de la realidad: Ese basurero fláccido, que cada año se oscurece y terminará por estallar, escribe el Autor, oculto también en la eficiente pantalla de su ordenador, como estallan los límites prefijados de los relatos...

Era una posible misión de la escritura: hacer estallar los límites, imagi­nar otros escenarios a los cuales el mundo de la realidad esté alguna vez obli­gado a incorporarse: Pensar contra la realidad, al margen de ella, obligarla a cambiar. Eso quiere el Autor, eso sueña cuando ordena a la máquina impri­mir las primeras páginas del relato, y se sumerge en una duermevela tec­nológica, posescritural.
Vivir al fin en un mismo sueño los dos: Eso  quería, vivir, simplemente soñar, escribir, editar, imprimir, vender
una historia de amor
y leer, poder leer, al fin leer



...una verdadera historia del amor contemporáneo, un relato sobre la necesidad persistente del amor, una escritura de las historias de amor vividas...
... sin dogmas sociológicos ni acomodos esteticistas, la escritura se nos presenta aquí como la esencia destilada de lo real, su naturaleza permanente, irreductible, en un contexto global, adocenado, frívolo, donde los hechos no mediatizados no existen: Esas cumbres, aquellas borrascas que soñábamos ayer, estas muertes anunciadas, ya no existen, si ignoramos las múltiples imágenes que de ellas hemos construido... afirma uno de los comentarios anónimos en el blog donde el Au­tor sueña y escribe cada día la realidad que cada día necesita: Para seducir al Perso­naje y seducirnos…, leemos también allí. [2]
Tenía hambre, necesidad de algo distinto, sencillo, que lo estremeciera por su valor puramente humano.
Caminó descalzo hasta la cocina, soñando ser feliz. Merecía un emparedado de jamón y queso, una hamburguesa con papas fritas, un sandwich cubano: Un pan con cosas, según el sabio decir de su amigo el Lector.
Mordió, masticó, tragó. Una vez, dos veces, tres; ya, terminó la cerveza: Ah, qué bien, indio embotellado que ardía, solo, el último, antes de entrar con su imagen mitológica al infierno insospechado de la historia.
Regresó despacio a su butacón en la biblioteca, disfrutando la penumbra del amanecer, la frialdad de los mosaicos, el sabor del pan.
Permaneció sentado frente al or­denador mientras la máquina imprimía las prime­ras páginas del relato: Novela, que le mostraría a Ka, entre un café y otro, en algún momento del día que comenzaba.
Imaginó la locación posible en el su­ceso real: La Habana de entresiglos, el tráfico creciente de peatones, coches, titiriteros, baila­rines y patinadores en la Avenida del Puerto. Un patio colonial, unos músicos populares, las banquetas alrededor de la barra:
Dos cafés, por favor.
Y el rostro de Ka, voluble, mudado, insinuante, mientras leía, entre irónica y enamorada, las palabras impresas sobre el papel:


Mujer gozando su desnudez

Ha dejado su temor junto al último café,
ahora goza mi presencia:
las piernas recogidas, el pelo cansado, distinta.
Los discos moviéndose en la madrugada
y la penumbra de estas costas vacías
permiten un espacio para el deslumbramiento.
Está sentada sobre el piso y mira sin palabras
la esperma que deja en los mosaicos la vela de la fortuna.
Escucha una canción de ángeles.
Goza en su cuerpo mi presencia.
La limpieza de su cutis y la lentitud del mar
me ofrecen en el espejo manchado
la otra cara de la luna.

La luna, Sancho amigo, se hundía en el horizonte, más allá de los edifi­cios bajos de la costa. La observó un instante a través de la ventana abierta.
El rostro de Ka, impredecible siempre, estaba allí y sonreía sereno al otro lado del mar; su cutis limpio y de repente perturbado por la tensión de la lectura: Otro café, por favor, y bésame en este instante, que es eterno; bésame ahora, mientras leo el poema; bésame suave, muy suave, en los labios, y mímame; quiero que me acaricies el cuello no que lo muerdas; hazme sentir la vida otra vez, igual que el sábado.
En una esquina del ordenador el reloj marcaba las 5: 55 y el cursor le re­cordó que era viernes 5 de diciembre. Estaba extenuado.
Se permitió hacer clic en Inicio, subir a Programas, buscar Accesorios, marcar Juegos, entrar a Cora­zones. Instante lúdico, regreso programado de la adolescencia. Necesitaba unos minutos de relajamiento para olvidar que llega el día y debe volver a la Oficina, después de esta otra jornada de duro trabajo nocturno: Bienvenido a la Red de Corazones de Microsoft, ¿cómo se llama?
Iba a Aceptar, pero recordó los comentarios sobre la estructura del re­lato: El conflicto se diluye demasiado, se intelectualiza, pierde interés, que hizo la exótica invitada especial joven editora de méritos diversos, mientras completaba el análisis de los proyectos de novela presentados a concurso en la Convención Nacional de Narradores: Necesita un cuarto personaje. [3]
Dudó un momento más, luego tecleó sin prisa: Cuarto personaje.
Y aceptó.





[1] Cuando el crítico declara: “esta es una obra valiosa”, ¿qué quiere decir? ¿Que la obra es ve­raz en el modo de copiar o simbolizar una realidad cualquiera?, ¿Qué halaga al lector con emociones agradables o le sirve para vivir mejor? ¿Qué la obra tiene la suficiente fuerza ex­presiva para evocar en el ánimo de quien la lee la experiencia que antes ocurrió en el ánimo de quien la escribió? ¿Qué la obra configura todos sus elementos en una compacta unidad artística de manera que en la forma reside su excelencia? ¿Somos libres para reconocer los valores? ¿Podemos, libremente, transmutarlos? E. Anderson Imbert, Métodos de crítica literaria.
[2] Para ser interactivos en esta historia de búsquedas, pérdidas y reencuentros conviene conectarte a Internet, y buscar en el blog las entradas del relato original. Puedes leer otras versiones de esta novela, comparar documentos y dejar tu opinión, pero también disfrutar canciones, videos y fotos con distintos perfiles de Ka, tal como se veía en el suceso real, antes de que el Autor imaginara esa “alteración necesaria” que ahora excita sus sentidos hasta el estremecimiento y lo obliga a entrar cada noche (a través de la pantalla de un ordenador) a ese mundo de ilusiones que abren los ojos grises de Ka.
[3] Tal vez ya es hora de cambiar las reglas del juego y trastocar de lleno la engañosa linealidad y el ilusorio rigor histórico de estas ficciones. Dejémonos de recuperar archivos viejos y examinar tantas memorias dañadas por el paso inexorable del tiempo y comencemos a husmear en los papeles intactos del Cuarto personaje que, desde hace meses, se acumulan en la gaveta del escritorio.

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