Que no se equivoque el receptor: Un byte de adolescencia no
es una novela para el lector pasivo, ni un producto para el complaciente
consumo de aquellos que piden argumentos fáciles como los de las telenovelas
que, con ironía sutil, Edel Morales disecciona en un libro donde el proceso de
creación y toda la cadena que antecede y sucede a la producción editorial son
los protagonistas principales de una historia sin historia, una escritura que
nos conmina a ponernos en la piel de personajes inusuales y realistas a pesar
del carácter experimental de un texto bien pensado y bien resuelto.
La novela, publicada ahora por la Editorial Oriente y
cuyo título anterior era el de una saga que se nombra Que te vuelva a
encontrar, ha sufrido algunas variaciones desde su primera edición por
Letras Cubanas, aunque es, en esencia, la misma.
No cabe duda de que el narrador, con sus mudas y
digresiones, su intertextualidad y sus apropiaciones que van desde los más
consagrados escritores actuales, cubanos, universales o de todos los tiempos
hasta las letras de canciones que forman parte del patrimonio cultural de
nuestra nación, pretende utilizar los recursos estilísticos de la
postmodernidad para refutar esa tan cacareada muerte del Autor que se revela
aquí como personaje insoslayable y absoluto responsable de los caminos que la
sociedad contemporánea le propone.
Narración donde lo virtual se confunde con lo que se
vive o lo ya vivido y en la que la computadora, el Internet y el chateo se
asumen como instrumentos de nuestro tiempo, medios de comunicación tan válidos
como el de las relaciones interpersonales ajenas a la red de redes.
Cuatro personajes (el Autor, la Editora, la Productora
y el Lector) difuminan la Historia de Ka que, al principio de la novela
parecería el eje a partir del cual se desarrollaría un argumento inexistente y
convencional y que, sin embargo, se convierte en mero pretexto para que Edel
Morales desarrolle un texto inusual, intergenérico en el que se entremezclan la
poesía, el ensayo, la prosa y hasta la crítica literaria ejercida con abundancia
por unas notas al pie que no deben dejar de ser leídas por el sustancial poder
de interesantes reflexiones que contienen.
Sin embargo, algo que habría que hacer notar es que, a
pesar de ese carácter experimental que no quiere serlo, Un byte de adolescencia no
es una novela que no quiera comunicar ni que se conforme con esa especie de
narcisismo que muchas veces encontramos en escrituras similares.
Solo que Morales aspira a ese lector baudeleriano, su
semejante, su hermano, aquel que huye de los facilismos y se lanza a la
experiencia de algo más complejo y encuentra placer en decodificar lo que
encuentra en estas páginas.
….cuando el Autor incorpora al Lector a
la trama del relato—nos dice Edel—y lo invita a participar de lo que antes fue
su feudo, la escritura, no lo hace por puro esnobismo, afán experimental,
morbosidad banalizante, espíritu de época….Hay detrás un plan de acción. El
Autor reconoce (y nos quiere hacer ver) que en la época contemporánea Autor y
Lector son manipulados por una cadena de intermediarios que los desconoce a
ambos…
Y es este otro de los aspectos que nos devela la
novela sin molestas explicitaciones: las relaciones del escritor con el
mercado, las concesiones que este le exige para conseguir un éxito ilusorio al
precio de traicionarse a sí mismo. He aquí entonces cómo la figura de la
Editora y de la Productora toman connotaciones en el proceso mismo de creación,
alterado por el consumo o por la simplificación, como un modo de complacencia
en el que el Autor, de repente, se encuentra entrampado.
El Autor no es otra cosa que un Quijote que lucha
contra esos molinos de viento y sus diálogos con el Lector, denominado
deliberadamente Sancho, son los que le hacen poner los pies sobre una Tierra
que no es precisamente la Prometida. Lector y Autor no siempre estarán de
acuerdo pero al menos resultan un interesante contrapeso a la labor de ese
Alonso Quijano que no se enamora de sus resultados.
El Autor quisiera escribir a la manera de otros.
Digamos Senel Paz o Gumersindo Pacheco. Pero no. Él estruja la realidad,
confiesa que no puede ser ameno y observa los detalles, narra el hastío. Apela
a la escritura automática y a una metarrealidad que es la de los libros que ha leído,
palabras que le sirven como las suyas para expresar su mundo interior, sus
tanteos. Pretende ser original y lo consigue a riesgo de hacer morir a ese
Autor que, paradójicamente, sobrevive a pesar de las nuevas tecnologías y de
los cantos de sirena del mercado.
En el capítulo 26, a través del personaje de la Editora, Edel Morales realiza una rigurosa crítica de su propio texto a la que ningún especialista tendría algo que objetar. Cito entonces algunos fragmentos con los que coincido.
En torno al lenguaje, la estructura, el
estilo, no tengo nada nuevo que apuntar, excepto que es excelente…. En especial
aprecio el tono de ensayo en las notas al pie de página que, precisamente, como
notas, comentan la novela. Ese recurso crea cierto distanciamiento del torrente
emocional de la ficción, al tiempo que ilustra o desnuda el proceso de
escritura, los pensamientos del Autor y de ese Lector gemelo tan singular que
te has sacado de la manga, acerca de una obra que se está construyendo frente a
tus ojos.
Y nótese bien esta última observación porque reafirma
uno de los aspectos más interesantes de este libro peculiar. Se trata de una
novela sobre la escritura de esa misma novela. Un work in progress donde
el receptor podrá llegar a comprender el angustioso proceso de creación y todos
los peligros que para la autenticidad de un autor ello entraña.
En Un byte de adolescencia conviven
el narrador, el poeta, el crítico y el insaciable lector que es Edel Morales,
lo que le ha permitido llevar a buen término esta obra difícil cuyos inesperados
puntos de giro que incluyen hasta el género policiaco proporcionarán al lector
inteligente múltiples y diferentes satisfacciones a las que pudiera no estar
acostumbrado.
Los invito, pues, a la lectura de una novela sin
predecibles referentes en la actual narrativa cubana y que debe leerse como lo
requiere nuestro tiempo: de una manera interactiva. Una novela, en fin, que se
aleja del realismo chato y nos convida a ejercitar el intelecto, Su autor puede
sentirse satisfecho por este debut narrativo en el que ha
demostrado condiciones que ya nos anuncian lo que pudieran llegar a ser las
próximas temporadas.
Presentación por la narradora, poeta, periodista y crítica literaria Marilyn Bobes de la novela Un byte de adolescencia, de Edel Morales, en el Sábado del Libro del 11 de junio de 2016 en la Plaza de Armas de La Habana, Cuba.
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