Un pájaro se mueve en las maderas del techo.
Está apedreado y ya no podrá salvar el ruido de sus alas.
Pero se acerca a las vigas más duras.
Su traslación es mínima, inapresable, capaz de enloquecernos.
Y en la gravedad de sus plumas se nos pierde el fuego del arquero.
Sufro en agonía este dolor de entonces:
el pájaro
que cae,
se mueve,
alcanza las vigas más duras.
El mínimo, inapresable, infinito dolor de las patas de un pájaro,
haciendo caer hacia nosotros el polvo de su eternidad.
En "La
libertad infinita", #Editorial #Letras #Cubanas, 2016.
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