Estoy
sentado en la misma piedra que mi mano quiso.
No pregunto
ni blasfemo ni escojo nada.
Sonrío como
un héroe de novelas triste y solo.
Fumo para
quemar las semillas más terribles del miedo.
Y miro en
silencio a través de la ventana.
En los
círculos que las luces dejan sobre los parques abiertos
alcanzo a
ver un rostro que sostiene el fuego.
Cerca los
perros muerden este diciembre blanco y mudo.
Nada
recuerda en la noche el tiempo feliz.
Por esa
helada quietud se han marchado los amigos,
luego
también las escasas muchachas.
No pregunto
ni blasfemo ni escojo nada.
Sonrío con
la bondad y dureza
que he visto sonreír a mis héroes
y espero en
silencio la próxima lectura.
Afuera
pasan los días de Navidad.
Entrañablemente
azul tras la muda hojarasca de diciembre
el fuego de
los creadores sostiene mi cielo.
Para Sonia Díaz Corrales y Gumersindo Pacheco.
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