Bordes filosos que hieren el cielo de mi
infancia.
He
dormido sin sueño doce iguales minutos
en una
noche de lobos que buscan su carne en el asfalto.
En una
distancia imposible.
Como mi
madre doce horas de un mismo dolor.
Como doce
rostros de mi abuelo sin río y sin peces.
Como
Paulina Gutiérrez toda la eternidad vacía
—ahora va
su polvo hacia una tierra entre vicarias blancas.
¿Qué
lenguaje dirá las soledades?
¿Qué
sonido en verdad significa adiós para siempre, amén?
Es
absoluto el silencio de Caridad Fuentes Gutiérrez
junto a
la tierra que espera el cuerpo de su madre.
Es
absoluto el silencio de Armando Fuentes
asombrado
y solo después de setenta años de amor.
Es
absoluto mi silencio en la distancia imposible del asfalto.
Los cielos se han abierto para recibir el alma de mi
abuela
—entre
vicarias blancas va su eternidad hacia Dios.
Sé que mi
madre sostiene la tierra sin una lágrima.
Sé que mi
madre sostiene en la mano el rostro de su padre.
Sé que mi
madre sostiene la luz.
Es una
noche de lobos en la carne del asfalto
y en mi
herida regresan el río y los peces de abuelo,
las
vicarias blancas de Paulina Gutiérrez,
el cielo de mi infancia.
Yo les
veo la mirada sin palabras y regreso a casa.
Todavía
el más profundo dolor está por anunciar
su eternidad.
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