lunes, 6 de julio de 2015

El juego de la memoria / Edel Morales

XXXI

(El juego de la memoria)

Para Roberto Manzano,
que disfrutó la respuesta.


1

Sí pueden cantarse iguales, si en ello la voz empeñas, ese manzano que ensas y estos mangos tropicales. Crecimos en los frutales que nuestra tierra produce. Para que el sentido aguce con pertinencia mi orgullo, gozo del mango su arrullo como este verso traduce.


2

Es el jugo quien seduce la boca que un mango chupa. Desnuda su piel, la grupa de oro amable al sol se luce. Su antiguo origen conduce de los bailes del Oriente a la Isla de miel bullente cuya sabana engrandece. Libre en los montes florece y su espejo crea paciente.


3

La pasión adolescente trae el mango entre sus carnes, pero también los reencarnes de algún signo contundente. En sus ramajes presiente ser un árbol tan valioso como el manzano dichoso que en otras tierras se ufana de recibir la mañana entre sus niños, gozoso.


4

Pues ya es sabido que el mozo probó de niño la fruta, pero también la absoluta paz del árbol fue su gozo. Entre el sueño y el retozo viajaba a mundos distantes, las ramas fueron sextantes, hoja y flor eran velamen, la travesía su examen a una tierra de gigantes.

5

En los años vacilantes de la vejez mira el hombre cada cosa con su nombre como es hoy o lo fue antes. Sin afeites ni trasplantes que tuerzan en su oratoria los fragmentos de una gloria elevada del subsuelo por los hombros del abuelo y en sus manos transitoria.


6

El juego de la memoria bosqueja imágenes densas, hechuras donde condensas fluidos de la intrahistoria. Esa fuerza probatoria de la condición humana, que desde lo oscuro mana con un impulso ancestral, devela un ciclo inicial que la claridad desgrana.

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