XXIX
(El
pensador silvestre)
Homenaje a Samuel Feijóo.
Para Virgilio López Lemus.
1
Remotamente,
las
tardes mugen:
es
la infancia, voz fresca
para
el viento atroz
de
la dura edad en que ardes.
No
hay sentencias
ni
alardes en ese infante
que
sueña: busca un canto
de
cigüeña con su inocencia de nido.
Rezuman,
desde
el Olvido, los sueños
en
que se empeña.
2
Impone,
sin
arrogancia,
ese
silencio que piensa:
la
imagen
es
más intensa si está llena
de
sustancia y desnuda
la
ignorancia de quien lleva,
como
traje, unos sustratos
de
encaje que nada
dicen
al mundo.
Pues
solo es grande
y
profundo quien nunca comete ultraje.
3
Devociones
de un dibujo que intenta ser
esta
luz: liba, entre piedra y cruz,
las
esencias de su embrujo.
Así
construyes,
con
lujo impensado,
los
albores de un tiempo
donde
cantores y lienzos serán del pobre.
Igual
a ese mar salobre, sin verjas ni alrededores.
4
Es
la belleza de un lirio amarillo
como
el mango: la
faz fulgura
entre
el
fango
los signos
de
su delirio.
No
habrá juego
ni
martirio que aleje
una
mariposa de la flor,
pues
abundosa se le ofrece allí la miel.
La
cáscara es esa piel que desnudas, fabulosa.
5
Para
el tigre que reposa su ojo
de
tersa belleza en la flor,
con
la certeza del peligro que lo acosa,
es
letal la mariposa con sus alas extendidas.
Aunque
alivie las heridas de tanta batalla
antigua,
la solución es ambigua:
dar
su esencia al
dar sus vidas.
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