Premiado como proyecto con la beca literaria Razón de
ser, en su versión-génesis Que te vuelva
a encontrar, publicada por LC en 2009, Un
byte de adolescencia, de Edel Morales nos llega ahora desde Oriente, aumentada,
corregida e iluminada bajo un nuevo flexo, y como parte inicial de una saga, o primera
temporada de una serie. Historia de amor, que se vuelve literatura, la inspira,
la condiciona y la alimenta en un entretejido de verdad y ficción en que el Autor
—quien se vuelve Alfonso y Quijote— bebe la misma cerveza de Ka, la sicodélica,
sicalíptica, siempreviva, la besa y luego imagina el diálogo que sucederá y/o
escribirá para la esquiva e itinerante Ka, persona y personaje.
Junto a ellos, conviven en la vida de las páginas y en
los borradores del ordenador, el resto de los personajes. El Lector, un poco
Sancho, un poco Pepe Grillo, cómplice y rival en la conquista de Ka, situado en
las márgenes pero cada vez más decisivo. La Editora, un Cuarto personaje
dispuesto a armar nuevos triángulos y cambiarlo todo, académica y amante, que
lee, critica, hace tesis y se tiempla, literal y metafóricamente, al autor y su
obra. Y la Productora, hermosa y poderosa, decidida a hacer de la novela
una telenovela que posea los ingredientes hipnóticos con los que la pequeña
pantalla, “el mago de la cara de vidrio”, atrae a sus fieles, convencida de que
“lo más perdurable en una telenovela es el rating”.
Esta galería de personajes, entra en la novela de
Edel, para luego entrar en la novela que escribe el Autor, personaje de
Edel. Son entonces, doblemente personajes, activos y pasivos. Descritos
en las pantallas del ordenador, guardados en documentos y escapados de todo
esto para vagar por las salas oscuras de cine y las esquinas sombrías de los
bares de La Habana, sometiéndose al argumento y violentándolo constantemente.
Como si en una obra de teatro, tuviéramos la excitante oportunidad de ver al
actor, alternar sus modos entre las bambalinas y el escenario.
A ratos lírica, a ratos irreverente, colmada de
poesía, de citas bíblicas, cervantinas, martianas, menciones a Senel Paz,
Beatriz Maggi, Lawrence Durrell, Fernando del Paso o Gumersindo Pacheco, y
boleros que pueblan las dos caras de un casete, la novela se auxilia y se
enriquece con notas a pie de páginas divertidas y esclarecedoras en las que,
como historias paralelas, hallamos desde comentarios irónicos, hasta graves
reflexiones sobre el mercado editorial.
En esta historia de amor y de libros, Edel nos arrastra
al delirio soñado y luego, con un punto y aparte que pone los pies en la
tierra, nos regresa a una realidad que a través de tecnologías
informáticas, deviene una especie de puerta del Doctor Parnassus. Nos lleva a
los escenarios que imagina y luego nos hace cómplices de la frialdad con que
traza estrategias argumentales, convirtiéndonos a todos, un poco autores y
otro, personajes. Formalmente moderna, modernísima o postmoderna, este
amor a ritmo de de bytes, es contado en un español pleno, en estos tiempos de
emails. Lirismo y tecnología que comulgan en páginas sin
fisuras.
Asistimos en su parte final a la agonía de un autor
exhausto, moribundo, abatido por la rebelión de los personajes. Y aquí, como en
la primera representación de Peter Pan en un teatro londinense a inicios
del siglo pasado, en la que él pide a los espectadores que no dejen morir a
Thinker Bell, o en el film Un domingo maravilloso de Akira Kurosawa,
donde un joven dirige una orquesta imaginaria en un anfiteatro abandonado y su
amante se vuelve hacia los espectadores pidiéndoles un aplauso; el lector,
exige a los editores, agentes literarios, publicistas, distribuidores, libreros
y a los otros lectores, “que no lo
olviden, que no dejen morir al autor”. Y como en los cuentos de hadas,
hay un beso salvador, un paraíso recobrado, un regreso al tiempo perdido de la
adolescencia. El autor obtiene su premio, mucho éxito y amor, y el lector
recobra la fe en la historia que se le cuenta.
Un byte de adolescencia, cierra con la propia presentación de
la novela y un encuadre audiovisual al lector, quien nos recuerda que “el
primer deber de un libro es dejarse
leer”. Y lee, para la cámara, para el resto de los personajes y
para nosotros, un poema de Unamuno: Leer, leer. Concluye el texto
con un pie de página coral, fiel escudero, hasta las últimas palabras, al
espíritu de un argumento sobre el amor y el sudor de la literatura y sobre la
literatura y el sudor del amor. Donde la tecnología está siempre a pocos
centímetros de las heladas cervezas que combaten y acompañan el calor y la
humedad de La Habana que es, sin que se diga, el sexto jinete de esta cabalgata
que promete nuevos clics.
Presentación por la
#narradora Mylene Fernández Pintado de la #novela Un byte de adolescencia, de Edel Morales, en La #Habana, San
Carlos de La Cabaña, Sala Alejo Carpentier, de la XXV Feria Internacional del #Libro,
18 de febrero de 2016.
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